lunes, 14 de abril de 2008

Con ojos prestados: Ruido y gente

Ruido y gente


Primer día.
Son las 6:00 y ya hay que ponerse en marcha.
Para Clara, conducir siempre ha sido algo agradable y que la ayudaba a descargar adrenalina, sin embargo esa semana siempre era una tortura para ella; debía llevar a la gente del Prado a la Feria.
A sus 32 años ya era la séptima feria que le tocaba pasar entre decenas de personas (más de las que debería llevar), que se pegan unas contra otras para tener más sitio. Gritos de niños peleándose por el asiento, ruido de móviles que suenan continuamente, voces que hablan a bastantes decibelios más de los que deberían... Al final todos los años es un terrible caos.
Clara es una buena conductora. Prudente y serena siempre respeta las normas de tráfico, pero con la feria aumentan las distracciones y el peligro a los accidentes. Así que Clara se toma un café y aproximadamente a las 7:00 sale de su casa hacia su trabajo y comienza a conducir su autobús hacia el prado.
Allí se encuentra con gente esperando aunque sea terriblemente temprano, mientras que Clara tiene problemas para terminar de digerir el café, pero hay que aguantar y poner al mal tiempo buena cara. Así comienzan otra vez las idas y las venidas desde el Prado a la Feria y viceversa. A la hora de comer es cuando aquello empieza a ser estresante de verdad. A veces Clara se planteaba como cabían tantas personas por metro cuadrado en aquel autobús...
A las 16:00 un descanso para comer en el bar más cercano, donde hay visiblemente más tranquilidad que en su autobús.
A las 17:00 vuelve a su autobús, dándose cuenta de que ha empezado a llover... Se mete dentro del vehículo rápidamente y suspira cansada. Si las precauciones que había estado tomando todo el día para evitar cualquier accidente, había parecido a sus pasajeros una forma para hacer más lento el horrible trayecto, ahora sin duda se le echarían encima. Aunque su moral y su sentido del deber se encontraban por encima de todo esto, la lluvia era un problema sobre el que debería pensar.
Se puso en la cola de los autobuses para ir a la Feria. Como había comenzado a llover, ésta era mucho más corta. Sin embargo todavía eran demasiadas personas para los tres autobuses que estaban allí.
En el trayecto un niño le tiró un helado encima, una anciana se cayó en las escaleras y observó a varios chicos y chicas grabando sus nombres en los asientos más próximos a ella. Hizo una y otra vez el mismo recorrido hasta que cayó la noche, que no parecía desanimar de forma alguna al resto de sevillanos y sevillanas que se lo pasaban lo mejor que podían en el recinto ferial.
A las 23:00 terminó su largo turno e inspeccionó el autobús; estaba hecho una porquería. En realidad no era nada que le sorprendiera demasiado; chicles pegados en los asientos, los billetes del autobús, papeles de todo tipo, y hasta una galleta mordida. Clara puso los ojos en blanco. Si alguien supiera lo duro que es este trabajo en feria, nadie se lo tomaría tan a la ligera...

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